Lo cierto es que en nuestras veredas la cultura cafetera ha sido muy diferente. El municipio se llama Villahermosa y queda en el Tolima, como a doscientos cincuenta kilómetros de Bogotá por una vía que lo deja a uno sin muelas. Esto aquí siempre ha sido muy cafetero. Hubo, desde el principio, dos trillas en la cabecera y de ahí se sacaba el grano como se podía, pero no nos apuremos, a lo que iba es que este siempre ha sido un negocio de hombres; las mujeres, a veces, trabajaban en la trilla seleccionando granos y pare de contar, aunque eso del café especial no existía, las cosas del siglo pasado. Y en esas aparecimos nosotras, imagínese, quince mujeres, doce al principio, exigiendo a los recolectores la selección de cada grano, imponiendo ideas en el beneficio, indicando cómo secarlo, hablando en chino. Claro, al principio nadie nos hacía caso, no se escuchaba a la mujer cafetera.
Me estaba preguntando, ¿qué va a pasar con el campo? Porque a los chinos ya no les interesa esto; todos tienen moto pero no saben ni cómo arreglarla, moto, teléfono y pocas ganas de cargar bultos. ¿Quién va a producir? Me puse, pues, a llamar a las mujeres de las distintas veredas, mujeres campesinas, caficultoras, microempresarias, y les dije que montáramos nuestra propia asociación, que comenzáramos un cambio en la cultura cafetera de la región. Había que conservar lo nuestro. Porque estas tierras, fíjese, son muy productivas, aunque las falencias son tremendas. El tema de las vías, ay Dios. Podríamos cultivar oro, pero si no tenemos cómo sacarlo, ¿a qué jugamos?
Entonces nos sentamos a charlar por allá en 2013 y arrancamos a trabajar en varias cosas. Y en esas estábamos cuando salió una convocatoria del Ministerio de Agricultura y nos presentamos y ganamos y nos metimos de lleno en el tema del café. Compramos una tostadora, pequeña, claro, porque nos daba miedo, y además bajita, para alcanzar, imagínese. Así arrancamos.
Es que en el municipio no había cuidado con el tema del café. Eso era saque arrobas a lo que da, pero de calidad, nada nada. Nosotras dimos el primer paso hacia un mejor producto, hacia el café especial, ese que ve aquí, el que se está tomando. Y apareció la Red Nacional de Mujeres que nos presentó a Travesía Coffee. Esa fue una mano gigante para mejorar los procesos en las fincas: nos hablaron de la marca, del producto terminado, tostado, delicioso.
Ahí vamos. Lo que queremos es tener un comprador grande en el exterior. Exportar el que será el mejor café del país y que esto mejore la calidad de vida de todas, que haga que nuestras fincas sean más productivas, que nuestros hijos puedan salir y educarse. Eso es, creo yo, lo que nos hace falta, comercialización. Pero le digo, nos estamos ganando un espacio. Ya podemos opinar, decir, en las fincas nos copian. Hay mucha berraquera en este grupo de mujeres; es que cuando uno ama lo que hace, ¿no le digo?, ahí está todo el sentido. Y no vamos a quedarnos quietas.
Historia por: Carlos Ospina Marulanda.
Fotos por: Ana María Gómez S
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