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En la voz de Rodrigo Cortés

En el 2015 se vino el precio del petróleo al piso. Yo trabajaba como ingeniero de petróleos independiente y se acabaron los contratos. Decidí devolverme para la finca, a vivir de ella. Pero al llegar, me di cuenta de que no solo estaba mal administrada, estaba en el olvido. Decir que había poco, era mucho. Todo por hacer.


Nací en Neiva, estudié en el seminario y luego terminé mi bachillerato en un colegio nacional. Me fui a estudiar Ingeniería de Petróleos a Bucaramanga, y terminé instalado en Bogotá trabajando en lo que ya le conté. A mí siempre me gustó el campo y crecí con la idea de tener una finca ganadera. Estando en Bogotá me contaron de un buen negocio: doce hectáreas en Pitalito. Compré. Trabajaba quince días en Bogotá y luego me iba otros quince para la finca, a administrarla. Administrar en días de descanso es más vacaciones que otra cosa.


Un muchacho que estuvo ayudándome los primeros años en la finca y que se había ido sin dar razón, volvió un día con el cuento del café. Él era de familia caficultora, se había quedado sin trabajo y me dijo que mi finca era un paraíso para las matas de café. Nunca lo había pensado, mi sueño era la ganadería. Pero como lo de la finca era un pasatiempo, le dije que sembrara.


Hasta que el precio del crudo se derrumbó y me tocó tomar la decisión de irme a vivir a Pitalito, a vivir de la finca. Y me encontré con un cafetal mal sembrado, sin tecnificación alguna y sin cuidado. Fue muy duro. Dejar todo, encontrar nada. Al muchacho no lo volví a ver. Comencé a investigar. Si iba a tener café, tenía que hacerlo bien. Los ahorros que tenía solo me iban a aguantar seis meses. Me la jugué. Nos fuimos a vivir a Pitalito con mi esposa y mis hijos se quedaron en Bogotá.


En el comité me dieron unas semillas de caturra y así comencé. Con un lote, luego otro, de a poco. Quería café especial. Iba preguntando por ahí a ver quién vendía esas semillas especiales. Hasta que entendí que más que la variedad, lo que importa es el cuidado, el proceso: recoger el grano madurado, fermentar con atención, un buen proceso de beneficio, de secado. Todo juega. Eso es lo que le da valor al café y al caficultor: lo que yo estaba buscando.


Hoy puedo decir que mi café es especial: algo de cítrico o algo de panela le va a encontrar. Sorpréndase. Cereza, también. Y será siempre el mismo, aunque si es distinto, es porque es mejor. Y si me pregunta, no. Nunca pensé que iba a ser caficultor. ¿A cómo está el petróleo?


Rodrigo es uno de los caficultores que ahora trabaja junto a nosostros, creando los mejores perfiles del café de Colombia.

Escrito por: Carlos Felipe Ospina Marulanda.

Se entrevistó a Rodrigo en Marzo de 2018.

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